El paso del invierno a la primavera tiene dos factores que alteran nuestros ritmos biológicos; el cambio horario y el aumento de las temperaturas y presión atmosférica.

Estos cambios obligan a nuestro organismo a adaptarse, haciendo que muchas personas sientan la denominada astenia primaveral; considerado un trastorno adaptativo.

Este trastorno nos induce una serie de mecanismos que alteran la regulación de los ritmos circadianos mediante un cambio en la secreción de varias hormonas, como las endorfinas, melatonina, cortisol… para adaptarse a las nuevas condiciones ambientales. En definitiva, nos hace más vulnerables.

Algunos síntomas: cansancio, fatiga, dolor muscular, alteraciones en el sueño, falta de concentración, alteraciones digestivas, congestión nasal, mucosidad, cambios de humor, etc.

Aunque no existe un tratamiento específico para minimizar los síntomas, podemos acelerar nuestro proceso de adaptación adoptando una serie de medidas que minimizarán el tiempo de nuestra astenia primaveral:

🔹Anticiparse al cambio horario siendo importante que los horarios de comida y sueño sean muy regulares, manteniendo los intervalos habituales.
🔹El ejercicio físico moderado ayudará a acelerar el proceso, facilitando la liberación del estrés y la conciliación del sueño, que será más reparador.
🔹La hidratación es muy importante, ya que con la elevación de las temperaturas se suda más y el organismo necesita más líquidos.
🔹Mantener las rutinas del sueño es fundamental: la astenia primaveral afecta a la secreción de melatonina –la hormona que induce el sueño– y puede ocasionar alteraciones del sueño, de modo que éste no sea todo lo reparador que debiera. Para evitarlo mantener el número de horas de sueño, cenar al menos una hora antes de irse a la cama, reservar el dormitorio sólo para dormir y mantenerlo a una temperatura adecuada.

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